CARRITOS PORTASILLAS: SI LOS HUBIERAN INVENTADO ANTES…

Si recuerdas a Naranjito o a D’Artacán y los tres Mosqueperros, si llevaste un vaso plegable al colegio y conociste al Osito Misha, entonces tú tuviste que ir cargado como una mula a la playa.

Eh, no lo niegues; tienes unos añitos y lo sabes.

En los días felices sin colegio, con postre de helado y juegos de agua, ir a la playa se convertía en un safari, en el que entre padres, abuelos y hermanos había que ir cargados con pesadas sillas, sombrillas, neveras, esterillas… La abuela se llevaba la labor de ganchillo, y el más peque de la casa sólo cargaba con la pelota, lo cual suscitaba protestas entre el resto de hermanos.

Seguro que, más o menos, la escena te resulta familiar. Y es que, para ir a la playa bien equipados, había que hacer un esfuerzo.

La vuelta era todavía peor: cansados después de nadar y tomar el sol, lo último que apetecía era acarrear todos esos trastos de nuevo a casa.

Desde aquellos tiempos, que ahora parecen tan lejanos, mucho han cambiado las cosas: las sillas son de aluminio ligero, las sombrillas tienen sistemas antiviento y protección contra rayos UVA, y en general los artículos de playa son más livianos y cómodos.

Con todo, aún hay que cargarlos.

O no…

Si algo caracteriza a las invenciones del ser humano es la constante búsqueda por hacernos la vida más fácil, y eso abarca desde el descubrimiento de la penicilina hasta los churros de flotación, un invento que, por cierto, pese a lo simple de la idea, acabó haciendo multimillonario al tipo que lo inventó.

La globalización y la inmediatez de la comunicación gracias a Internet han hecho posible, además, que lo que se descubre o inventa en un lugar remoto del planeta acabe llegando a sus antípodas en un decir amén. Y eso es lo que ha ocurrido con este singular invento, que bien podría habérsele ocurrido antes a alguien, pongamos en los setenta, para que algunos no nos hubiéramos tenido que pasar la infancia cargando con tanto trasto.

Hablamos del carrito portasillas, un nombre que se le queda pequeño, pues además de las sillas, nos permite poner neveras llenas de bebidas y fruta fresca, entre otros objetos, tales como bolsas con toallas, sombrillas colgando de sus fundas… Lo que sea que lleves habitualmente. Además, ahora pueden adquirirse en aluminio o en acero, a elegir.

Por si fuera poco, este práctico invento se transforma en mesa, con lo cual nos ahorramos cargar con ella. A fin de cuentas, un día de playa sin sandía ni tortilla de patatas ni es día de playa ni es nada.

Con este particular “todo en uno”, ahora lo más seguro es que los pequeños se peleen por ver quién lo arrastra. (Lo que les gusta a los niños cualquier cosa con ruedas, oye).

Y la abuela puede seguir llevándose el ganchillo… O la Tablet, que la edad no está reñida con la tecnología. ¿A que no?

 

Zenda B. Austen

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