JUGANDO EN LOS 80

Reconócelo. Tú también dejabas que los polos se derritiesen para bebértelos de un trago. También hiciste aviones, tazas y casitas con la plastilina, que primero era de colores y venía en tabletas pero pronto se convertía en una enorme bola marrón de aspecto asqueroso, con la que seguías haciendo aviones, tazas y casitas pero, esta vez, de camuflaje.

Salías al parque a jugar a las canicas con tus amigos, a pintar una rayuela en el suelo o a saltar inagotablemente a la comba. Te pasabas horas imaginando aventuras con los Playmobil, a los que tú siempre llamaste “clics”, y viajabas al espacio o mucho más allá con tus muñecos de Lego.

En el parque / patio / acera / calle en el que tú y tus amigos establecisteis vuestro lugar de juegos, solíais quedar para intercambiar cromos de la Liga de Panini, “vacilarles” con los juguetes que te regalaban en “Reyes” o recrear fantásticas batallas con los G.I. Joe.

Aquel era vuestro territorio, vuestro lugar de encuentro, donde regían vuestras normas y los niños de los barrios vecinos eran recibidos con hostilidad

Allí era donde jugabais a fútbol, al escondite o a coger. Donde fingíais ser una de las cuatro tortugas ninja o un miembro del equipo A.

El dueño de la pelota era el jefe por lo que, cuando se enfadaba, se acababa el partido. Además, si lo del fútbol no era lo tuyo, te tocaba quedarte “de defensa” y, si estabas gordito, eras el portero, menos para los penaltis, que se ponía el bueno.

Tu peonza era uno de tus mayores tesoros. La tuneabas con Tipex y rotuladores y, si había a mano, también con alguna chincheta, con lo que dotabas a tu juguete de “armadura”.

Por supuesto, los juegos de ordenador ya existían, pero nadie tenía uno y lo más parecido eran los recreativos, donde echabas horas con el Tetris, al Galaga o el Donkey Kong.  Si había suerte, en algunas navidades te podían regalar la NES o la ATARI, donde te divertías con el Mario Bross o el “comecocos”.

No existían los móviles ni el whatsapp y tus amigos te llamaban a casa para que bajases. Luego, todos juntos, seguíais haciendo la ronda llamando al resto de amigos, aunque siempre había alguno que no salía porque estaba castigado.

Si te suena de todo esto es que tú jugaste en los 80. Comienzas a taparte las calvas o teñirte las canas, a no entender a los niños “de hoy en día”, a añorar a la televisión de la época, “porque la de hoy en día es una porquería”. Felices treinta y tantos.

 

Rodrigo Fernández

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