Por Favor – Cuento

POR-FAVOR

Muchas veces los niños aprenden buenos modales (con ayuda de sus hermanos y hermanas).

Érase una vez una palabra diminuta llamada «Porfavor» que vivía en la boca de un niño. Los porfavores viven en la boca de todo el mundo, aunque a veces la gente se olvida de que están allí.

Para que los porfavores estén sanos y felices, deben salir a menudo de la boca para tomar aire. Son como los peces en una pecera, que suben a la superficie del agua para respirar.

El Porfavor del que os voy a hablar vivía en la boca de un niño llamado Pedro. Pero eran contadas las veces que tenía la oportunidad de salir. Porque Pedro, lamento decirlo, era un niño muy grosero y casi nunca se acordaba de decir «Por Favor».

-¡Dame pan! ¡Pásame el agua! ¡Quiero ese libro! – así era como pedía las cosas.

Sus padres y hermanos estaban muy disgustados con él. Y el pobre Porfavor se pasaba los días sentado en la boca del niño esperando la oportunidad de salir mientras se debilitaba más y más.

Pedro tenía un hermano, Jorge. Jorge era mayor que Pedro, contaba casi diez años, y era tan educado como grosero era su hermano. Así que su Porfavor disponía de mucho aire y era fuerte y feliz.

Un día durante el desayuno, el Porfavor de Pedro sintió que debía salir a tomar aire fresco aunque tuviera que escapar. Así que huyó fuera de la boca de Pedro e inspiró profundamente. Entonces echó a correr por la mesa y saltó dentro de la boca de Jorge.

El Porfavor que vivía allí se enfado muchísimo.

-¡Fuera! -gritó-. ¡Éste no es tu sitio! ¡Es mi boca!

-Ya lo sé -contestó e Porfavor de Pedro-. Yo vivo allí, en la boca de su hermano. Pero me siento muy desdichado porque no me usa nunca. ¡No puedo respirar aire fresco! He pensado que quizá serías tan amable de dejarme quedarme aquí un día o dos, hasta que me sienta más fuerte.

-Claro, por supuesto -contestó el otro Porfavor, comprensivo-. Me hago cargo. Quédate si quieres, y cuando mi dueño me utilice saldremos los dos juntos. Es muy cortés y no creo que le importe decir «por favor» dos veces. Quédate tanto tiempo como quieras.

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Esa noche, al a hora de cenar, Jorge quería mantequilla y dijo:

-Papá, ¿Me pasas la mantequilla, por favor –  por favor?

-Claro -contestó su padre-. Pero ¿No eres demasiado educado?

Jorge no respondió. Se había vuelto a su madre y le dijo:

-Mamá, ¿me das un panecillo, por favor –  por favor?

Su madre se rió.

-Te daré el panecillo, cariño. Pero ¿por qué dices «por favor» dos veces?

-No lo sé – respondió Jorge-.  Es como si las palabras salieran solas. Clara por favor – por favor ¿Puedes acercarme el agua?

-Bueno, bueno -comentó su padre-. No hay ningún mal en que este mundo se empleen muchos «porfavores».

Mientras tanto, el pequeño Pedro había pedido:

-¡Dame un huevo! ¡Quiero leche! ¡Pásame la cuchara! -tan groseramente como era habitual.

Pero de pronto calló y escucho a su hermano. Pensó que sería divertido hablar como lo hacía Jorge, y lo intentó:

-Mamá, ¿me das un panecillo, mmm?

Intentaba decir «por favor», pero no podía. Nunca podría imaginar que su pequeño «Porfavor» estaba sentado en la boca de Jorge. Así que volvió a intentarlo y pidió la mantequilla:

-Mamá, ¿me acercas la mantequilla, mmm?

Eso fue todo lo que pudo decir.

Así pasó el día. Todo el mundo se preguntaba qué les pasaba a los dos niños. Al llegar la noche, estaban tan cansados y Pedro se sentía tan contrariado que su madre les mandó a la cama muy temprano.

A la mañana siguiente, tan pronto como se sentaron a la mesa, el Porfavor de Pedro volvió de nuevo a su casa. había tomado tanto aire fresco el día anterior que se sentía fuerte y feliz. Y no tardó en volver a refrescarse porque Pedro dijo:

-Papá, ¿me pelas la naranja, por favor?

¡Caramba! La palabra salió con una facilidad sorprendente. Sonó tan bien como cuando la usaba Jorge. Esa mañana, Jorge pronunciaba un solo «porfavor». Y desde aquel día, el pequeño Pedro fue tan educado como su hermano.

Alicia Aspinwall

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