Las Fábulas y Cuentos que más enseñan

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Decía Aristóteles que el amigo de la sabiduría es también amigo de los mitos. Los cuentos infantiles, mitos, leyendas, fábulas y en general las narraciones de todo tipo no nos enseñan cómo es el mundo a la manera de un reportaje periodístico o un estudio científico, pero sí cómo lo percibimos y, sobre todo, cómo manejarnos en él. Naturalmente lo importante de todas estas historias es que sean divertidas y nos dejen con la boca abierta durante un rato, lo que ocurre es que algunas además nos proporcionan modelos de comportamiento y nos ayudan con su ejemplo a comprender esta vida tan enrevesada. Para seleccionar y explicar las mejores nos hemos basado tanto en nuestra propia experiencia como en la del comité de sabios de entre tres y diez años de edad que hemos convocado, que son los que han terminado haciendo las observaciones más sensatas… aunque al ser preguntados a veces les ocurra como a Irene, de diez años: «he aprendido algo, pero no sé muy bien qué». Así son las grandes historias, siembran algo dentro de nosotros aunque no sepamos explicarlo.

Los tres cerditos

Aquí estamos ante uno de los cuentos estrella en muchos países y generación tras generación. A los niños les gusta especialmente que contenga frases que ellos puedan repetir, como «¿Quién teme al lobo feroz?» y «soplaré y soplaré y tu casa derribaré» y sobre todo los gestos, con momentos cumbre como el del lobo soplando o cuando finalmente se quema el trasero al bajar por la chimenea. Es un cuento que probablemente nunca contaron a Calatrava, aunque su moraleja vaya mucho más allá de la importancia de emplear buenos materiales de construcción: nos habla de la importancia del trabajo, de buscar objetivos a largo plazo y de aplazar la recompensa. La capacidad de renunciar a la gratificación inmediata es uno de los pilares de la civilización y ha sido objeto de innumerables estudios como el Experimento del Malvavisco de Standford, que vincula la capacidad de un niño de resistir la tentación con el éxito académico y laboral que tendrá de adulto. Aunque Lucas, de tres años, extrae de ese cuento la conclusión probablemente más acertada que pueda hacerse: de mayor quiere ser lobo.

Pedro y el lobo

Hay historias que nos cuentan de niños y que de adultos deberían seguir repitiéndonos semanalmente como una especie de gimnasia mental a ver si el concepto se nos va asentando bien dentro del magín. Este es el antídoto por excelencia contra la demagogia y el sensacionalismo. Véase por ejemplo con términos como «fascismo», «terrorismo», «machismo», «racismo» o cualquier otro que sirva para meterle el dedo en el ojo a los demás. Se usan de forma tan indiscriminada que acaban desgastándose, se diluye su significado y finalmente cuando el lobo aparece ante nuestros ojos ya no hay una palabra con la que alertar al resto. Pablo, de tres años, define este cuento como «caca de perro». Pero como usa esa expresión como respuesta para todo entonces quizá es que va un paso más allá, ha entendido mejor que nadie la idea y está enseñándonos cómo «caca de perro» termina perdiendo su significado si se utiliza en exceso.

Caperucita Roja

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Y seguimos con los lobos, personajes estrella en toda narración infantil que se precie, aunque como especifica Irene los de los cuentos ya no le dan miedo, solo los de verdad. A Mario, de seis años, este cuento le indigna, «¡¡¡PERO POR QUÉ VA POR AHÍ SI YA SABE QUE HAY UN LOBO!!!» mientras que Enmanuel, de diez años, ha sabido extraer la moraleja: «es una historia que nos enseña a no ir con desconocidos». Poco más podemos añadir entonces, salvo nuestra extrañeza ante los lobos de los cuentos como caperucita roja o el de los siete cabritillos, que tienen unos hábitos alimenticios propios de las boas constrictor. Hay que masticar bien lo que se come.

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La zorra y las uvas

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Mario zanja esta fábula de Esopo con un «pero a los zorros les gustan las uvas o qué». Visto así nos estropea cualquier moraleja, pero si salvamos este escollo aceptando zorra como devoradora de dicho fruto, entonces lo que tenemos es una descripción de gran agudeza del comportamiento humano. Pues si algo nos insisten infinidad de estudios psicológicos es que nos comportamos como esta zorra una y otra vez, racionalizando a posteriori nuestras elecciones (que a menudo de elecciones tienen poco) como si hubieran sido fruto de una deliberación previa. Nos gusta vernos como agentes libres y racionales y no como barquichuelas agitadas de aquí a allá por las circunstancias externas o por nuestros impulsos internos.

El nuevo traje del emperador

Otro cuento que se debería enseñar en las escuelas si lo que se quiere es formar ciudadanos libres. Repetimos el discurso que está socialmente aceptado, lo que creemos que hay que decir para no quedarnos excluidos del grupo, aunque nuestros ojos nos digan otra cosa, ¡qué sabrán ellos! Luego pasa lo que pasa, porque las ilusiones de masas no suelen traer nada bueno. Y cuando alguien por fin se atreve a decir la verdad, el encanto se rompe en mil pedazos. Iago, de ocho años, ha sabido quedarse con la idea fundamental, expresándola con sus propias palabras: «Esto nos enseña que no hay que dejarse engañar. Si alguien me dijera que tiene un cromo especial pero invisible nunca me lo creería y me daría cuenta de que se ha leído el cuento más de cincuenta veces».

La cigarra y la hormiga

Otra fábula de Esopo que al igual que el cuento de los tres cerditos nos enseña la importancia del trabajo y de buscar el beneficio a largo plazo. También ha sido utilizada frecuentemente para reivindicar discursos de tendencia liberal, por lo que en más de uno genera suspicacias pues el papel de cigarras sin trabajo nos puede resultar impuesto y la hormiguita será trabajadora pero piadosa ya no tanto. En cualquier caso un cuento abierto a interpretaciones. Por su parte Mario, que como estamos viendo no deja pasar ni una, opina simplemente que la cigarra es gilipollas.

El cuento de la lechera

El cisne negro es un celebrado libro publicado en el año 2007 del filósofo e inversor en bolsa Nassim Nicholas Taleb, en el que dejaba caer cosas como esta: «la institución Fanny Mae se me antoja que está asentada en un barril de dinamita, vulnerable al menor contratiempo. Pero no hay por qué preocuparse: su numeroso personal científico considera que esos sucesos son improbables». La idea recurrente a lo largo de la obra es que el futuro es imprevisible y a menudo nos encontraremos contratiempos que no podemos prever pero que resultarán decisivos, para bien o para mal. Básicamente eso, pero con otras palabras, es lo que nos dice el cuento de la lechera. Tengámoslo en cuenta al hacer planes.

El patito feo

Cuántos niños habrán tenido que llevar brackets, o gafas de culo de vaso o tendrían orejas de soplillo, o cargarían con cualquier otra característica física, social o psicológica que les hiciera sentirse diferentes al resto, objeto de desprecio y con la autoestima por los suelos. En muchos casos llega la adolescencia y la cosa se pone aún peor: con una pierna creciendo más que la otra, la cara cubriéndose de acné o cualquier otra broma macabra que la vida parece querer gastarnos precisamente cuando uno no tiene la madurez y entereza necesarias para reírse de ellas. Y entonces recordamos el cuento de Hans Christian Andersen y recobramos la esperanza. Luego es cierto que no siempre acaba uno convirtiéndose en cisne y a menudo se queda más bien en gallina clueca, pero mientras todo el mundo tenga su pedacito de dignidad bien estará.

Pinocho

Iñigo, de siete años, lo describe con cierto dramatismo: «si mientes te pueden pasar cosas fatales». Y efectivamente no es para menos, al lado de la versión original de las aventuras de Pinocho la película 12 años de esclavitud es un entrañable relato sobre la convivencia interracial a la que solo faltarían risas enlatadas. ¿Como es posible que un cuento para niños contenga escenas así? Con el protagonista perseguido por dos malvados que «le sacudieron dos cuchilladas entre los riñones. Pero el muñeco, para su suerte, estaba hecho de una madera muy dura» y acto seguido decidieron ahorcarle, dejándolo ahí solo, hasta que tras una agonía de más de tres horas:

Poco a poco se le empañaron los ojos; y aunque sintiera acercarse la muerte, seguía esperando que de un momento a otro pasara un alma caritativa y lo ayudara. Pero, cuando, espera que te espera, vio que no aparecía nadie, absolutamente nadie, entonces le volvió a la mente su pobre padre… y balbuceó casi moribundo:

–¡Padre mío! ¡Si estuvieras aquí!…

Y no tuvo aliento para decir más. Cerró los ojos, abrió la boca, estiró las piernas y, dando una gran sacudida, se quedó allí como aterido.

Luego el cuento sigue con el protagonista resucitado, pero qué mal rato, oiga. Nos ha quedado claro que no hay que mentir.

Cars

Pixar a estas alturas ya se ha ganado un puesto entre los clásicos, quizá dentro de varias décadas o siglos no existan coches, pero Cars merecerá seguir viéndose. Rayo McQueen es adorado por millones de niños, que si tuvieran que escoger entre perder su coche de juguete o a su abuelita, se quedarían pensando un rato. La historia que nos cuenta es un hermoso canto a la amistad, que antepone incluso a ganar. Lo que no está mal en un país con esa costumbre tan extendida —y tan desconcertante, por la seriedad con que parecen tomársela—de dividir a las personas en dos categorías: ganadores y perdedores. Cuando al final de lo que se trata es de ser feliz.

Buscando a Nemo

Nemo es un pez que tiene una aleta atrofiada pero no por ello es menos que nadie y vive toda clase de aventuras en esta otra gran película de Pixar. A Wilfrid, de cinco años, le da miedo porque salen tiburones, pero eso se debe a que es muy pequeño y resulta fácilmente impresionable. A los que somos más mayores el personaje que realmente nos aterroriza es el dentista.

Otras

Sería imposible reunir aquí todos los cuentos, fábulas, películas o dibujos animados que significaron algo para quien los vio, que sirvieron de ejemplo de una forma u otra. En nuestro pequeño estudio de campo las respuestas han sido muy variadas y la mayoría han quedado fuera por este motivo. Pero no nos gustaría terminar sin incluir algunas. A Alloa, de diez años ( la misma edad que los siguientes) le encantó Monstruos S.A. «porque te enseña que tienes que asustar a la gente». Di que sí, hay que hacerse respetar. A Alejandro lo que le gusta deTransformers es que te enseña que hay que proteger a los humanos y Antonio se queda con Naruto porque le mola y punto, igual que a Ricardo Spiderman. A Noelia le impactó La nave fantástica «porque es de fantasía a la vez que habla de hechos que podrían ser verdad y es para niños». Cristina elige Rapunzel porque tiene el pelo largo, mientras que a Natalia y Ainhoa la historia que más les gusta es Romeo y Julieta «porque es de amor verdadero». Y por último, Alba tiene predilección por Ocho apellidos vascos ya que nos enseña que «en el amor no hace falta ser de la misma cultura».

Nuestro especial agradecimiento a la profesora de primaria Neila López por su colaboración.

Fuente

pinyponcuento

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