La historia de Johnny, un niño que no quería comer

Cuando John Rowland cumplió cuatro años, su apetito descendió a cero. Ni sus padres ni el pediatra al que le llevó su madre, desesperada, sabían la causa.

Una noche, después de que la señora Rowland luchara con el niño para que se tomara sólo « un guisante » John agarró una rabieta y tiró el plato, mientras gritaba: « ¡No quiero comer! »

El Sr. Rowland decidió que su mujer llevaba demasiado tiempo soportando la situación.

« ¡Escúchame bien, Johnny! Si no tomas un tenedor de macarrones, tendrás que levantarte de la mesa », amenazó, soltando severamente a su hijo la nueva norma y sin adivinar que lo que más podía desear Johnny era una invitación a bajarse de la silla.

« ¡Johnny Rowland, no te levantes de la silla! Aunque sea te quedarás toda la noche, hasta que te lo acabes todo », ordenó después el Sr. Rowland, cambiando así las normas y confundiendo a su hijo.

Más tarde, cuando dieron las buenas noches a su hijo y lo metieron en la cama, los Rowland decidieron que había que hacer algo más, ya que estaban comenzando a gritar a su hijo y a darle algún que otro azote. Lo único que querían conseguir era que el niño volviera a comer tranquilamente, como siempre había hecho, un rato para comer y un rato para disfrutar contando cuentos, cantando y hablando sobre los sucesos diarios.

La noche siguiente trataron de hablar de otras cosas sin prestar atención a la falta de apetito del niño.

« Cuéntanos cómo te ha ido hoy en en el cole, de ayudante de curso!, comenzó la madre, con toda la sinceridad y tranquilidad que pudo reunir, mientras pasaba la ensalada a su marido. John se animó y empezó a contar cómo lo habían elegido para llevar la bandera y mientras relataba entusiasmado sus hazañas iba tomándose el puré de patatas.

« ¡Qué suerte haber podido ser tan buen ayudante hoy! », alabó la Sra. Rowland a su hijo. « Además, me encanta que te guste el puré de patatas », añadió.

Los Rowland siguieron comiendo, pero refrenaron el impulso de decir a su hijo que tomara un poquito más.

La mañana siguiente los Rowland discutieron el asunto de la noche anterior y decidieron continuar con la misma táctica, añadiendo una sugerencia del pediatra:

« Como John es pequeño sólo puede tomar pequeñas cantidades, pero puede comer más de tres veces al día, como hace mucha gente », les había dicho el doctor.

De este modo, la cena dejó de ser un problema diario para la Sra. Rowland. Se ocupó de que hubiera siempre en casa alimentos para picar entre horas, como queso, palitos de zanahoria, frutas. Johnny desarrolló un nuevo interés en comer durante el día y las cenas comenzaron a ser más rápidas. Pero los Rowland valoraban los minutos en que John comía y permitieron que fuera él quien eligiera cuándo tenía hambre o no.
niño comiendo

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