Que tu tía Puri se cuele en diciembre con una figurita de porcelana comprada en el chino debería ser instaurado como tradición navideña. O eso, o tipificarlo como delito en el código penal.

Quien dice figurita de porcelana dice corbata de rayas, jersey chillón o bufanda número veintiocho, que ya no sabes dónde ponerlas, porque te falta cuello para tanta lana.

Luego, además, te ves en la obligación de ponerte la prenda en cuestión cuando vas a visitarla, para que vea que te ha gustado, (aunque sea un insulto a la vista y los perros ladren por la calle a tu paso) o, allá por marzo, te avisa de que viene a verte, y en casa os volvéis locos buscando el payaso bizco made in Taiwan que os trajo para felicitaros las pascuas.

Y así todos los años.

Claro que hay que comprender a las tías Puri del mundo; regalar por regalar es un fastidio.

Si no tienes mucho contacto con ese familiar o amigo al que, por lo que sea, has de comprarle un regalo, tu misión puede convertirse en una auténtica pesadilla.

Al final, compras una tontería “por quedar bien”, y esa persona acaba haciendo con tu regalo lo mismo que tú hiciste con el de tu tía (esconderlo, regalarlo o “donarlo” al primero que rebusque en el contenedor de basura).

Ciertamente, el regalo perfecto sólo podemos hacérselo a personas muy cercanas: pareja, hijos… Esos que están a nuestro lado diariamente, y cuyos deseos conocemos muy bien, además de poder estar seguros de lo que ya tiene y lo que no.

Como respuesta a la eterna pregunta “qué le regalo”, comenzaron a surgir tiendas especializadas en objetos “para cumplir”, los cuales, sin embargo, no son sino las mismas ideas de siempre, recicladas con un toque de humor (y que también pueden encontrarse en los bazares chinos). Tazas, cojines con frases manidas, llaveritos con iniciales… En definitiva, objetos que provocan una sonrisa diplomática, pero que enseguida resultan inservibles.

Es por ello por lo que comienza a ser tendencia regalar algo que a nadie le viene mal: las cestas de Navidad. Y es que, si hay algo que gasta todo el mundo, es la comida y la bebida.

Con ellas nunca se falla, siempre y cuando tengas en cuenta los gustos de la persona a la que quieres agasajar, por supuesto. Por eso, a día de hoy podemos elegir entre una amplia gama de lotes: bonitas cestas y baúles decorados cuyo contenido es el idóneo para ese buen catador de vino, para el amante del embutido de calidad o para el goloso impenitente que se pirra por el chocolate y los pasteles de yema.

Además, el hecho de poder enviarlos directamente desde la tienda al domicilio del agasajado añade el factor sorpresa. Y es que, menuda gozada es estar en casa preparando el puchero y que llamen a tu puerta para entregarte una pequeña cornucopia de delicatessen.

Por alguna razón, ante este tipo de obsequios a todos nos brillan los ojos como a niños. Tanto da si tienes o no espíritu navideño; las cestas de Navidad gustan a todos, y las festejamos como una manifestación de abundancia que augura cosas buenas para el año nuevo que se acerca. Sin duda, la mejor manera de decirle a la gente a la que aprecias que les deseas todo lo bueno del mundo, y un método seguro de convertirte en “la persona favorita” de las fiestas, cuyo regalo todos esperan con impaciencia.

Ahora, queridas tías Puri del mundo entero, ya no tenéis excusa para regalar con acierto.

Ah: la mía, con caña de lomo y cava, por favor.

Zenda B. Austen

SORTEO

Contesta a las siguientes preguntas, comparte este artículo de manera pública, y participa en el sorteo de una cesta de Navidad.

*Por favor, nada de copia y pega de otros comentarios. Recuerda que en total son cuatro preguntas, junto con el otro artículo. Bases en nuestro Facebook.

1.- Nombra tres regalos horribles que se mencionan en el artículo.

2.- Nombra tres cosas espantosas que te hayan regalado en tu vida.

3.- Di cuál de las cestas de las que se ponen en el segundo enlace te gusta más y por qué.

¡SUERTE!

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Acertijo: ¿Qué tienen en común el psicólogo Paul Ekman y la piña en almíbar?

Tic, tac, tic, tac…

Si eres fan de la fruta, ahora mismo estarás buscando en Internet quién demonios es Paul Ekman, y si eres experto en psicología seguro que te estarás preguntando dónde estabas el día en que el la facultad explicaban el capítulo de la fruta en conserva. Tal vez, incluso, seas un psicólogo fruti-vegano y sigas sin entenderlo.

Tranquilos todos, que aquí lo explicamos.

Ekman es, desde hace décadas, un pionero en el estudio de las emociones humanas. En su libro, “Desenmascarándo el rostro”, habla de cómo las expresiones faciales pueden explicar todo lo que pasa por nuestra mente. Y, entre otros, la publicación incluye un capítulo sobre la sorpresa, esa reacción emocional que nos eleva las cejas, abre los párpados y deja caer nuestra mandíbula.

Por supuesto, las sorpresas pueden ser agradables o desagradables, pero aquí vamos a centrarnos en las primeras, que para las segundas ya tenemos los noticiarios.

Ciñéndonos al tipo de sorpresa agradable, y bajo la premisa de que a nadie le amarga un dulce, todos somos fans.

Por eso, porque nos gusta ilusionarnos, cada vez más proliferan las llamadas “cajas misteriosas” -en las que nos podemos gastar más de cien euros sin saber lo que estamos comprando-, los sobres sorpresa, los huevos de chocolate con juguetes escondidos, etc.

En lo que podría considerarse una versión festiva del tan traído y llevado “gato de Schrödinger”, batimos palmas ante la perspectiva de un paquete bien envuelto, pues, antes de abrirlo, cualquier cosa es posible, si bien el optimismo general nos lleva siempre a pensar que el felino sigue vivo.

Es la magia de la sorpresa: antes de desvelar el secreto, podría contener el universo entero.

Pero… ¿qué tiene que ver eso con la piña? (Os estaréis preguntando).

Lo de la piña es culpa de los romanos. Ni más ni menos. Hace más de dos mil años, se les ocurrió empezar a regalar a sus empleados cestas repletas de higos, aceitunas y otras viandas, con motivo de la celebración de Saturnalia, (que hicimos coincidir con nuestra Navidad). A finales del siglo XIX, en Occidente se recuperó esta tradición, y fue así como comenzaron a regalarse cestas y lotes con alimentos y bebidas.

A mediados del siglo XX se generalizó la tradición de regalar este tipo de cestas. En las empresas, los empleados recibían como un extra de la época las tan celebradas cajitas. No todas eran igual de abundantes, claro.

Las más modestas, solían contener algunas tabletas de turrón y embutidos. Otras, más generosas, incluían además licores y vinos de calidad. Muchas, traían un estupendo jamón de bellota. Pero todas, todas, contenían algún artículo que iba directamente a parar a un rincón de la despensa, para seguir intacta cuando llegaba el mes de julio.

Para muchos de nosotros, esa era la lata de piña.

Después de que papá llegara del trabajo con la cajita, todos nos poníamos en torno a él para descubrir, ilusionados, su contenido. Y la mueca venía cuando sacaba la dichosa fruta en conserva (que podían ser también melocotones en almíbar).

A día de hoy resulta divertido recordarlo como una anécdota, especialmente porque, por fortuna, las cosas han cambiado.

Ahora disponemos de una gran variedad de lotes navideños donde elegir, y además Internet nos ha facilitado tenerlas a nuestro alcance a golpe de clic.

Así, podemos encontrar lotes para empresas, ideales para agasajar a nuestros empleados, cestas y baúles decorados, para tener un detalle enviando un bonito regalo a quienes viven lejos, lotes de bodega, para los amantes del buen vino y los licores, e incluso cestas para sortear, que vienen ya preparadas con su correspondiente librito de números, y con los que estudiantes, asociaciones, peñas y restaurantes organizan festejos o recaudan fondos.

Y, como es posible elegir, ya podemos descartar la dichosa lata de piña.

De manera que, tanto si somos amantes del buen embutido, como grandes libadores de vino, o si queremos organizar un sorteo en nuestra asociación vecinal o escuela, disponemos de todo un mundo virtual para escoger entre un surtido que ya habrían querido para sí los romanos del Imperio.

Así que larga vida a Saturno, Feliz Navidad, o lo que queráis celebrar, pero que sea con vino, jamón y chocolate.

(…Y sin piña, por favor…)

-Zenda B. Austen

SORTEO: Este es el primero de dos artículos que vamos a hacer para sortear una cesta de Navidad entre todos los participantes.

En total hay que contestar a cuatro preguntas, y compartir este artículo en tu muro de Facebook de manera pública.

Deberás responder en los comentarios que aparecen aquí abajo. Nada de copiar y pegar, por favor. Los que copien no participarán en el sorteo.

Pregunta:

¿Qué tres cosas te sobrarían y qué tres cosas serían para ti imprescindibles en una buena cesta de Navidad?

¡Suerte!

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