Mike “el mordedor”

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A sus veintidós meses, Mike Meyer era conocido en el barrio como “el vecino mordedor”, gracias a la práctica adquirida de sus hermanos mayores, que se burlaban de él sin piedad. La Sra. Meyer amenazaba a su hijo pequeño para que cesara su agresividad:

 “Si no dejas de morder a la gente, Mikey, te voy a dar un azote”, pero sabía perfectamente que nunca iba a cumplir su amenaza.

Las bromas de sus dos hermanos mayores, de tres y cinco años, no parecían molestar a la madre. De hecho, toda la familia hacía bromas sobre mil cosas y la madre pensaba que no había que tomarse demasiado en serio que se rieran de Mikey. Su marido no estaba de acuerdo con ella.

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 “Piensa lo mal que debe sentirse Mikey cuando se meten con él y le llaman bebé”, decía el padre.

Aunque no quería admitirlo, la Sra. Meyer no había caído en el problema desde el punto de vista de mike, es decir,  que se defendía de sus hermanos a base de mordiscos por que no era capaz de contestar a los ataques verbales. Decidió por lo tanto instruir a los tres hijos a partir de aquel momento quedaba terminantemente prohibido cualquier tipo de ataque, ya fuera mediante mordiscos, puñetazos, bromas o lanzamiento de objetos. Pensó que ése era el único modo de enseñar, por un lado a los mayores a dar ejemplo de buen comportamiento y, por el otro, a Mike a elegir el tipo de juego que atraería la atención y las alabanzas de sus padres.

Al día siguiente, Mike comenzó a morder a sus hermanos como de costumbre, cuando le llamaron “enano gruñón” . La Sra. Meyer respondió primero a Mike:

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 “¡Basta de morder! Se muerden las manzanas, no a las personas. Si muerdes haces daño”, le dijo al niño seriamente.

También reprendió a los hermanos de Mike: “¡Dejad de pelear con vuestro hermano! No está bien reírse de la gente, porque herimos sus sentimientos”, les explicó.

Como con las reprimendas no bastaba para que los niños dejaran de lanzar ataques físicos y verbales, la Sra. Meyer añadió: “Siento mucho que os hayáis comportado de ese modo, mordiendo y metiéndose unos con otros. Tiempo muerto.”

Y los tres niños hubieron de sentarse cada uno en una silla, apartados unos de otros y permaneciendo así un rato antes de poder jugar de nuevo.

Como la Sra. Meyer se mantuvo firme en sus enseñanzas y elogiaba a los chicos cuando se comportaban bien, los tres aprendieron lo que les esperaba si se peleaban y lo que sucedía si se portaban amistosamente, es decir, que podían obtener premios y estaban mucho mejor que sentados en una silla durante todo el día. Mike comenzó a morder con menos frecuencia, ya que dejó de tener que corresponder a las bromas de sus hermanos. 

 

Artículo Extraído de Libro  EDUCAR CON MUCHA PACIENCIA (EN PAPEL) | Fotos: mummysecrets.commikinder.blogspot.com.esfotos.starmedia.com

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