La fábula de la Liebre y la Tortuga
La vida nos recompensa si aprendemos a mantenernos firmes y a trabajar hasta el último momento.
ESOPO
Una vez la liebre se burló de la tortuga.
-¡Hay que ver qué lenta eres! ¡Avanzas tan despacito!
-¿De veras? -exclamó la tortuga-. Atrévete a hacer una carrera conmigo y verás como te gano.
-Eres una fanfarrona -dijo la liebre-. Pero ¡vamos allá! Correré contigo. ¿A quién le pediremos que señale la línea de meta y vigile que la competición sea justa?
-Pidámoselo al zorro -contesto la tortuga.
El zorro era muy sabio y justo. Les mostró dónde deberían empezar y hasta dónde tendrían que correr.
La tortuga no perdió el tiempo. Partió en seguida y avanzó sin prisa pero sin pausa.
En unos minutos, la liebre se adelantó velozmente dando unos cuantos brincos hasta dejar a la tortuga muy rezagada. Sabía que alcanzaría la meta rápidamente, así que se tumbó bajo la sombra de un árbol para echar una siesta.
Más tarde se despertó y se acordó de la carrera. Se levantó de un salto y echó a correr tan rápido como pudo. ¡Pero al llegar a la meta la tortuga ya estaba allí!
-El paso lento y perseverante gana la carrera -sentenció el zorro.
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