Por qué la rana y la serpiente nunca juegan juntas

Este cuento africano nos hace reflexionar sobre la gran cantidad de amistades que se han perdido por el prejuicio que supone creer que según quienes “no pueden ser amigos”.

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Por qué la rana y la serpiente nunca juegan juntas

Érase una vez una cría de rana que saltaba por el campo cuando al otro lado del sendero descubrió un ser al que jamás había visto.

Era largo y delgado y su piel parecía brillar con todos los colores del arco iris.

-¡Hola! -exclamó la ranita-. ¿Qué haces aquí tendido en el sendero?

-Me caliento al sol -exclamó el ser-. Me llamo Bebé Serpiente. ¿Y tú?

-Yo soy Bebé Rana ¿Te gustaría jugar conmigo?

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Así fue como Bebé Serpiente y Bebé Rana pasaron toda la mañana jugando en el campo.

-Mira lo que puedo hacer -dijo Bebé Rana y dio un salto en el aire-. Si quieres, te enseñaré -le propuso.

Enseño a saltar a Bebé Serpiente y brincaron juntos por el sendero.

-Mira lo que yo puedo hacer -dijo Bebé Serpiente, y reptó sobre el vientre deslizándose por el tronco de un viejo árbol-. Si quieres te enseñaré a hacerlo.

Y Bebé Serpiente enseñó a Bebé Rana cómo reptar sobre el vientre y encaramarse a los árboles.

Más tarde, les entró hambre a los dos y decidieron irse a casa a comer. Pero antes quedaron en que se encontrarían al día siguiente.

-Gracias por enseñarme cómo se salta -gritó Bebé Serpiente.

-Gracias por enseñarme a reptar por los árboles -exclamó Bebé Rana.

Y se marcharon a su casa.

-¡Mira lo que se hacer, mamá! -exclamó Bebé Rana reptando sobre el vientre.

-¿Dónde has aprendido eso? – le preguntó su madre.

-Me lo enseñó Bebé Serpiente -contesto-. Esta mañana hemos estado jugando en el campo. Es mi nuevo amigo.

-¿Acaso no sabes lo malvados que son la familia Serpiente? -preguntó su madre-. Tienen veneno en los dientes. Procura que no te coja nunca jugando con ninguno de ellos otra vez. Y deja de arrastrarte sobre el vientre, no es propio de ti.

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Mientras tanto Bebé Serpiente regresó a su casa y empezó a dar saltos frente a su madre para mostrarle su nueva habilidad:

-¿Quién te ha enseñado a hacer eso? -preguntó ésta.

-Ha sido Bebé Rana -contesto-. Es mi nuevo amigo.

-¡Qué calamidad! -dijo su madre-.¿Es que no sabes que nuestra relación con la familia Rana ha sido mala desde el principio de los tiempos? La próxima vez que juegues con Bebé Rana, cázale y cómetelo. ¡Y para ya de dar saltos! No es propio de nosotros.

Al día siguiente, cuando Bebé Rana encontró a Bebé Serpiente en el monte, se mantuvo a distancia.

-Me temo que hoy no podré jugar contigo -exclamó dando un par de saltos hacia atrás.

Bebé Serpiente lo observó en silencio mientras recordaba las palabras de su madre.

“Si se acerca demasiado, saltaré sobre él y me lo comeré”, pensó.

Pero entonces recordó cuánto se habían divertido juntos y con qué amabilidad Bebé Rana le había enseñado a saltar. Suspiró y se deslizó por el campo.

Y desde aquel día, Bebé Rana y Bebé Serpiente nunca han vuelto a jugar juntos. Pero suelen sentarse a tomar el sol y recuerdan ese único día en que compartieron su amistad.

 

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