LA OBESIDAD INFANTIL. ¿QUÉ ES Y CÓMO EVITARLA?

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Por todos es sabido que la obesidad constituye un grave problema de nuestro tiempo. Tanto es así que la tasa de personas obesas se ha disparado en lo que va de siglo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) más de mil millones de personas adultas tienen sobrepeso y, de ellas, al menos 300 millones son obesas.

Esta nueva gran epidemia afecta principalmente a los países desarrollados aunque también está presente en otros lugares en vías de desarrollo como México o Argentina.

En España este fenómeno se ha disparado en los últimos años influenciado por la implantación del modo de vida anglosajón y de una sociedad que valora cada día más la cantidad sobre la calidad.

Los niños son, sin duda, los más perjudicados por esta enfermedad que lleva visos de convertirse en el gran problema de salud pública del siglo XXI. Y es que la obesidad infantil ha sufrido un crecimiento espectacular y muy preocupante durante los últimos años. Así, por ejemplo, en España se ha pasado de tener un 5 por ciento de niños obesos en 1997 a un 16 por ciento en la actualidad.

Por ello los padres deben tener especial cuidado a la hora de controlar las dietas de sus hijos. Según un informe de 20Minutos, científicos de la Universidad de Granada han demostrado que existe una relación directa entre el estado nutricional de los menores y quién les prepara la comida. Al parecer, si la cocinera es su madre los menores tienen más posibilidades de estar bien alimentados y no sufrir obesidad que si el que prepara la comida es otro miembro de la familia. Esto es debido a que las madres siguen siendo quienes mejor conocen las necesidades alimentarias de sus hijos y quienes más se preocupan por su estado de salud.

Además, los niños que comen en casa también son menos propensos a ganar peso que aquellos que lo hacen fuera del hogar familiar.

No obstante, la principal causa de obesidad sigue estando en los hábitos de vida. Así, los menores que se pasan más horas frente al televisor o el ordenador tienen más índice de masa corporal que aquellos que llevan una vida físicamente más activa, ya sea realizando deportes o jugando en el exterior.

Resulta también significativo que aquellos niños que realizan las comidas tradicionales (desayuno, comida, merienda y cena) cuentan con menos sobrepeso que los que se saltan alguna de las comidas, principalmente el desayuno.

El mimetismo es otra de las grandes vías por las que la obesidad se cuela en cualquier entorno. Estudios científicos aseguran que nuestro comportamiento a la hora de alimentarnos está íntimamente ligado a las personas de nuestro medio. Tanto es así que según un trabajo publicado recientemente en la revista PLoSOne, dos individuos que se alimentan a la vez en el mismo lugar tienden a comer cantidades similares y a un ritmo casi igual. En el caso de los niños, quienes son extremadamente propensos a imitar aquello que ven en su entorno, las posibilidades de que éstos adquieran los hábitos alimentarios del resto de la familia son extremadamente altas.

Por último no debemos obviar que el factor genético tiene una especial relevancia a la hora de determinar las posibilidades de nuestros hijos de ser obesos, aunque esta no puede ser una disculpa para consentir los malos hábitos alimenticios que harán que el problema se agrave.

Y es que la obesidad infantil es una enfermedad que afecta a los menores de un modo mucho más profundo de lo que podríamos pensar a priori. A los perjuicios sociales y de calidad de vida se unen la aparición de enfermedades como la diabetes tanto en edades tempranas como adultas.

Por ello, son los mayores los que, como personas responsables y conscientes de los problemas que el sobrepeso acarrea, deben esforzarse en combatir los malos hábitos en los menores, fomentando prácticas y estilos de vida saludables como el ejercicio, los juegos al aire libre y la alimentación sana.

 

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– ¿Cómo sé si mi hijo es obeso?

La obesidad consiste en la acumulación excesiva de grasa corporal. Por tanto, un niño obeso es aquel cuya acumulación de grasa hace que su peso corporal sea un 20 por ciento mayor que el ideal.

Para calcular dicho peso ideal, para un niño de entre dos y cinco años de edad, debemos multiplicar su edad en años por dos y a ello sumarle ocho. El resultado es, entonces, el peso en kilogramos ideal para el pequeño.

Fórmula: ([edad] X 2) + 8 =

Así, por ejemplo, para conocer el peso ideal de un niño de tres años:

(3×2) + 8= 14Kg

Nota: Esta fórmula es aproximada y nunca un mecanismo infalible, por lo que el mejor método para conocer el estado de salud del niño siempre será acudir al pediatra.

– ¿Cómo evitar que mi hijo sea obeso?

La obesidad es, sin duda, hija de la irresponsabilidad y de los malos hábitos alimenticios y vitales. Así pues, el mejor modo para evitarla es llevar un estilo de vida saludable:

  1. La bollería, los refrescos y los dulces, así como todos aquellos alimentos precocinados o preparados que, por lo general, cuentan con altísimos índices de grasas, sal y azúcares, deben ser consumidos de una manera muy moderada y puntual. Las frutas, verduras y hortalizas, los productos lácteos, el pan y el aceite de oliva, los cereales y el agua deben aparecer en alguna de las comidas del día. No así los pescados, las legumbres, los huevos, las carnes y embutidos y los frutos secos, alimentos que deben ser ingeridos varias veces a la semana pero no diariament
  2. Las cinco comidas tradicionales (desayuno, tentempié a media mañana, comida, merienda y cena) deben ser respetadas y el desayuno es fundamental.
  3. El ejercicio es la base de una vida sana. Por ello, actividades sedentarias como ver la televisión, sentarse frente al ordenador o utilizar la videoconsola deben ser minimizadas y reemplazadas por el ejercicio físico moderado.
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